martes, 10 de mayo de 2011

LA OTRA ISABEL

Ayer fue un mal día, pero uno de los tantos que tengo.

Empecemos la historia, hace casi 20 años me diagnosticaron después de meses de pruebas, y de tener una incapacidad que no me permitía cuidar de mi hija, que acababa de nacer, que tenía Artritis Reumatoide, nunca había oído hablar de esa enfermedad, por eso no sabía lo que me esperaba...

Dependo de medicación diaria, no puedo llevar una vida “normal”. He tenido que renunciar a tantas cosas, algunas no me han importado, pero otras me han marcado profundamente.

Los días que tengo mejores, porque buenos no tengo ninguno, trato de llevar una vida casi normal, pero que en nada se parece a la que llevaba antes de mi enfermedad y desde luego nada que ver con la que hacen las personas de mi edad. Bueno esto se ha ido arreglando cuando empecé tenía 30 años y tuve que dejar de ir a caminar y a las clases de gimnasia con los grupos de mi edad porque no podía seguir su ritmo, y ahora con más de 50, el ritmo, general, es otro.

La AR, me cambió la vida, como cualquier enfermedad degenerativa, día a día, vas perdiendo un poquito más, todo te cuesta un mayor esfuerzo y tienes que luchar constantemente contra algo invisible, pero que está contigo, que trata de anularte, de que no te muevas, de que no puedas casi ni respirar. Cuando se “enfada”, tú tienes unos “brotes” que te tienen tirada, sin poder valerte ni para ti, anulada, con un dolor inclasificable, solo entendido, por alguien en mi misma situación, pero que me convierte en una sombra de los que soy, necesitando ayuda para todo...y esperando que vengan a pincharme mi correspondiente dosis de cortisona, bendita cortisona, sé que no es buena, que sienta mal a mi organismo, pero no sé que haría sin ella. Procuro eso sí, recurrir a ella sólo en casos limite, pero esos casos se dan... y nadie sabe porque se dan, ni cuando van a repetirse ni la intensidad que tendrán, es un enigma, como el de todas las enfermedades autoinmunes.


Por eso ha sido tan importante para mi, el abrir el Zaguán, hace que me sienta casi bien, tener una ilusión unida a un trabajo, que nunca he tenido y que ahora en mi situación no hubiera encontrado.

Es duro, claro que sí, no lo puedo negar, muchos viernes antes de abrir, tomo más medicación, igual que los sábados, para poder “aguantar”, lo que puede ser para mi, una jornada especialmente dura,los Domingos por la tarde, disminuye el trabajo y cuando llega el Lunes, es lo que peor llevo, pues tengo que estar casi toda la semana, tirada en el sofá, casi sin hacer nada, para poderme recuperar del “esfuerzo” y preparándome para el “próximo”. Ahora que empezará la temporada alta y abriremos todos los días, sinceramente, tengo miedo, no sé como podré hacerlo, pero lo iremos viendo, no hay otra.


La vida hay veces que te sorprende muy gratamente, y yo le tengo que dar gracias por muchas cosas, tengo unos hijos maravillosos que saben que pueden contar con su madre para todo, bueno no puedo ir de excursión con mi hijo por esos senderos que recorre, pero antes cuando podía lo he hecho, y hay tenemos los recuerdos y las fotos para demostrar que hemos hecho parte del camino juntos, y tampoco puedo estar una jornada en la ciudad, con mi hija, recorriendo tiendas y probándonos la ropa, cosa que a las dos nos encanta, pero que ya no puedo hacer. Pero no es importante, saben que me tienen aquí, y que cuando vienen mis brazos aún con dolor, están abiertos para ellos.

También he tenido muchas decepciones, amigos que yo creía que lo eran, pero que me han tildado de rara, en vez de enferma, familia que no ha querido saber nada, han tapado los ojos y han seguido como si lo mio fuera un catarro que se pasa.

Como os decía la vida te sorprende y para mí, la última sorpresa a sido Antonio, cuando lo conocí, hablábamos de muchas cosas, nos íbamos conociendo, pero yo tenia presente el decirle que estaba enferma, cuando decírselo?, sabía que no quería dejar que pasara el tiempo sin que él conociera mi verdad, cuando se lo dije, con miedo, no me hubiera extrañado que no quisiera seguir conmigo, pero no lo dudó, lo aceptó con una naturalidad pasmosa, me dijo que de una enfermedad no estamos libres nadie, solo que yo ya la tenia, pero en cualquier momento él podía enfermar y no era motivo para que no formásemos una vida en común.

Luego él me ha dicho que no sabía que era la AR, normal, pero viviendo conmigo día a día, lo ha aprendido. En una convivencia diaria no se puede engañar, él me ve, cuando no puedo casi ni caminar, como ayer, él me levanta, me ayuda a ir al baño, aquí me deja sola, aún no he llegado a eso, pero no lo puedo descartar, hace la comida, se enfada porque no como, vigila mi medicación, esta a mi lado y me pregunta que puedo hacer? Yo lo contesto que ya lo hace, esta conmigo, sin un reproche, sin exigirme,sin obligarme a hacer nada que no puedo, no como antes, que me sentía doblemente enferma porque tenia lo mio y lo que me cargaban los demás.

Nuestra vida es muy hogareña, a los dos nos gusta mucho estar en casa, vemos pelis, leemos y ahora que tenemos Internet, es una pasada, me permite estar con gente que no podía ver, comentar libros, noticias...
Antes pintaba y hacia cuadros de punto, me gusta mucho, ahora ya no puedo hacerlo. Sigo leyendo, me encanta, eso me permite evadirme de mi limitación y entrar en otros universos.

Cuando puedo paseamos, a mi ritmo, los tres, no puedo olvidar a mi fiel Ibón, él ahora es mayor, tiene casi 14 años, y sus pasos se acompasan a los míos, pero cuando era más joven y yo no podía caminar a su paso, él también se adaptaba al mio, con una intuición que tienen los animales prodigiosa, él siempre ha sentido que yo no estaba bien.

Esto que escribo no puede dar pena, solo es una faceta más de la vida, la que me ha tocado vivir a mi, pero siempre pensando en otros que están en una situación peor.



1 comentario:

Rai dijo...

Es curioso como se identifica nuestro interior con unas palabras cuando al leerlas nos vemos a nosotros mismos. Es verdad que el dolor duele pero de él aprendemos a ser mejores personas.