jueves, 12 de mayo de 2011

MI QUERIDO IBON

Nunca sabrás lo que has significado para mi.

Llegaste a casa como un regalo, para mi hija, y te convertiste en uno más de la familia.

Has jugado cuando la niña, Irene, te ha llevado en el coche de muñecas, te ha envuelto en chales, te ha dado el biberón, y erás la admiración de sus amigas, que cuando venían a casa te convertían en el centro de sus juegos.

Cuando creciste un poco, has sido el eterno acompañante de Ramiro, mi hijo, has recorrido los tresmiles del Pirineo, has pateado valles, has subido varias veces al Moncayo, has nadado, porque te echaba al agua, todo hay que decirlo, en los ríos de las montañas que has conocido, siempre pegado a su mochila y a sus botas. Cuando se fue a estudiar fuera de casa, era tanta la añoranza que tenías de él, que subías a su habitación y revolvías su cama, y alguna vez hasta te hacías pis... Hasta que compendiste que se iba pero que volvía y que volveríais a iros juntos a esas excursiones que tanto os gustan a los dos.

Pero sobre todo voy a decirte lo que has significado para mí.
Desde que te fui a recoger, con un mes, y no podías ni subir las escaleras, te llevaba casi todo el tiempo en los brazos, y tú te refugiabas en mí, buscando ese calor que ya no tenias y ahora anhelabas, y que espero y deseo que yo te lo haya dado.

Cuando creciste un poco, aprendiste a llorar para que te subiera al sofá donde yo estaba cosiendo, y te encantaba jugar a intentar coger el hilo que estaba empleando.

Has sido mi más fiel y leal compañero, siempre a mi lado, sin concesiones, siempre junto a mí. Te ibas con los demás pero volvías a mi lado, y además mostrabas una alegría al volver a verme que es solo comprendida por quién tenga a un ser tan especial como tú, a su lado.

Todos los días hemos salido al campo, y fui fijándome mucho más como cambiaban las estaciones, cuando eras más joven, no habías tenido suficiente con el paseo que yo había podido darte y cuando te decía que volvíamos a casa, aún con las energías que tenias por quemar, nunca protestaste, algo te decía, te ha dicho, siempre, que yo ya no podía más y era hora de volver, despacito y sentándonos en los bancos que había de vuelta a casa.

Si pudieras hablar, lo que contarías, las veces que me has visto llorar, y venias corriendo a mi lado a pegarte a mí, como diciéndome, que estoy a qui, venga que estoy contigo, que no estás sola.

Las conversaciones que hemos tenido...Tú siempre mirándome extasiado y queriendo que yo te acariciara.

Contigo aprendí a no tener miedo, siempre me dio miedo la casa en la que vivíamos, tan grande, y además en un sitio con bastante inseguridad. Los fines de semana, nos quedábamos solas, la niña y yo, pero contigo, mi fiera de 10 kilos, me sentía segura, has sido la mejor alarma, conocías todos los ruidos, y si alguna vez has ladrado es porque algo extraño ocurría.

Cuando la niña se hizo más mayor, empezó a salir a los pueblos cercanos y nos turnábamos para llevarlas y traerlas, tú y yo hemos recorrido las carreteras secundarias, a las 2 y las 3 de la madrugada, siempre acompañándome. Vaya pareja!!!

Los días que no me encontraba bien, que eran y son muchos, nadie se daba cuenta, casi ni preguntaban, pero tú, tú, si. A mí siempre me ha parecido que estar en la cama era estar más enferma, así que me quedaba en el sofá. La de horas que hemos pasado, ¿te acuerdas? Tú, subido en el respaldo, mirándome. Nadie te dijo que te subieras, fuiste tú, que querías estar allí, mirándome y yo viendo en tus ojos, la tristeza, por mi estado. Que fuerte, sin necesidad de hablar, es sorprendente la intuición que has demostrado, en cada faceta de la vida.

Cuando me restablecía, volvías a corretear y a mover la cola, contentísimo.

También fuiste un buen amigo del abuelo Joaquín, te hablaba continuamente, y paseaba contigo como con un compañero, desde siempre ese fue el nombre con el cual se dirigía a ti, compañero, y tú respondías, sabias que eras tú. Cuando él enfermó, tardaste mucho tiempo en volver a verlo, pero cuando se produjo el reencuentro, la alegría de ambos, fue intensa. El abuelo ya no tenia energía, apenas caminaba, y no podía hablar, y a veces no conocía, pero a ti, te reconoció al instante y os fundisteis en un abrazo que nunca olvidaremos los que estuvimos allí, y vimos esa magia que se produjo entre los dos. Maravilloso, para verlo y vivirlo.

Los años han ido pasando, ahora vas a cumplir 14, los juegos con las niñas pasaron, las excursiones también dejaron paso a los paseos cortos. Y algunas personas han desaparecido de tu vida.

Desde hace unos años, Antonio entro en nuestras vidas y nunca pensamos que lo admitirías con tanto agrado ni mucho menos te convirtieras en casi su sombra.

Ahora es él el que te baña, cepilla, te pone la comida, y te saca diariamente, aligerandome a mí de ocupaciones y procurando que descanse lo más que pueda y que solo salga a pasear con vosotros cuando tenga ganas, que no suelen ser muchas.

Has tenido y tienes un sitio para cada uno de los que hemos formado parte de tu vida, pero yo siempre creo que soy especial para ti, tanto o más como tú lo eres para mí.

No hablas pero te comunicas perfectamente, con tu mirada ya sé lo que quieres, sigues estando a mi lado incondicionalmente, ahora ya no quieres salir tanto, pero en casa eres el rey, te encanta estar entre los dos en el sofá..., cuando se hace tarde viendo una peli, ladras y miras hacia tu cama, como diciendo, venga a dormir, en fin, lo dicho, una perfecta comunicación.

No podré devolverte la compañía que me has hecho siempre, y el sentirme que te importaba tanto. Ahora solo me queda procurarte una vejez lo más feliz que puedas ser, que te encuentres lo mejor que puedas entre nosotros y en tu casa. Siempre a nuestro lado.

TE QUIEREN Y TE QUIERO, IBON.













2 comentarios:

Rai dijo...

Me ha gustado un montón tu descipción del amor que nos da un perro, yo también tuve uno y siempre me acuerdo de él como mi mejor amigo.

Desconcertada dijo...

Yo creo que realmente no todos los perros son iguales. algunos como Ibon, o Pancho, el mío, tienen un sentido de su raza muy superior, son como ángeles guardianes, que llegan a nuestras vidas de rebote, o por casualidad -si es que existe, no lo creo - y la completan, yo adoro a mi perro, y mi historia y su historia son tal cual la describes y aún más ¡¡¡ Gracias Isabel por decirlo tan bonito ¡¡¡