miércoles, 13 de noviembre de 2013

CONVERSACIONES EN UN BANCO



Mis paseos son alrededor de unos bancos, me marcan los tiempos, antes de salir de casa, trazo el camino a empezar, según los bancos, si los hay voy, si no, no, necesito sentarme tanto o más que andar, por eso me conozco los bancos de las calles que recorro y en las que no hay, hace meses que no las piso...

Cuando me siento, suelo elegir los que no hay nadie, pero a veces no es posible, o enseguida se sientan, y la gente tenemos unas grandes ganas de comunicarnos, de hablar, con extraños, quizá es más fácil que con los cercanos o quizá los cercanos no los escuchan, que puede ser...

Lo primero que me preguntan, todos, sin distinción de sexo... es, que me pasa...que soy muy joven y que qué coja voy, todos deducen que tengo la rodilla mal, y yo no los saco del error. Asiento y digo que sí, que tengo mal la rodilla, luego me preguntan si me van a operar y sin esperar la respuesta me dicen: pues ahora con los recortes, ya veremos, porque tal y cual. Luego sigue una conversación que suele ser un monologo sobre sus diversos problemas de huesos, operaciones suyas y de conocidos y de dolores...vamos lo mejor para alguien como yo. Pero son las conversaciones de los bancos. Tengo que decir que suele ser gente mayor, la gente joven o la de mediana edad...no se sientan, en eso también soy diferente...vamos que de un retazo de conversación me han diagnosticado, y me ponen en lista de espera para operarme la rodilla. No esta mal.

Escucho, me gusta escuchar, con los años he pensado que si hubiera sido una buena psicóloga, porque le gente se abre conmigo, me cuenta cosas, sin preguntar, me gusta escuchar y mirar a la gente a los ojos, incluso cuando no los conozco, a muchos de ellos de vista, algunos nos saludamos al cruzarnos, pero la mayoría desaparece de nuestros paseos y conversaciones...triste pero real.

El otro día fue diferente, me senté junto a una mujer un poco mayor que yo, enseguida llegó la consabida pregunta, qué que me pasa, y tal...no doy explicaciones, digo que tengo mal la rodilla, al final me podré curar y quedarme “solo” con la rodilla mala, tanto decirlo...Y luego empezó a decirme que llevaba más de treinta años viviendo fuera de Zaragoza, por el trabajo de su marido pero que ahora ya jubilado habían vuelto, y no se encontraba...había echado tanto de menos la ciudad y ahora se sentía una extraña.

Me sentí identificada con ella, la mujer siguió contándome que aquí se encontraba sola, que la gente va a lo suyo, que no tiene amigas, que en el pueblo tenía su cuadrilla y que cada día de la semana tenía una actividad y aquí las horas pasaban muy despacio, sus hijas se habían ido de casa, y ahora esperaba a su padre, al cual tenía durante ocho meses y su hermano cuatro.

Cosa rara en mí, le he dicho que mi situación es muy parecida, y que es verdad, que a mi me pasó igual, que volví con una ilusión desmedida por recobrar algo que ya se fue y que nunca volverá.

Le pregunté que si le gustaba leer, que tenemos en el barrio una biblioteca y un club de lectura, no le dije, que yo he tenido que dejar de ir...también le he hablado de las clases de Tai-Chi, a las que no puedo ya asistir. Parece que le ha gustado lo del club de lectura. Me ha preguntado si yo iba y le he dicho que no puedo, sin entrar en detalles.

Le he dicho que si le gustaba Internet, y parece que le he nombrado algún plato de comida china, dice que su marido, si, que se queda hasta las tantas viendo películas...me he imaginado que películas, que mala soy!!!!

Seguimos hablando, me sentí muy cercana a ella, ambas estamos solas en una gran ciudad, los amigos ya no están, hacer nuevos es muy difícil, y la soledad pesa, ella me decía que se lleva bien con su marido, pero echaba de menos una charrada entre amigas, risas...estuve a punto de quedar con ella, para vernos, pero luego me dí cuenta que no puedo hacer planes...le dije que suelo pasear por el paseo, que cuando nos veamos, hablamos, me sonrió y miró el reloj, tenía que irse, su marido la estaba esperando en algún sitio en el que habían quedado.

Volví a casa pensando en ella y en mí. Casi dos años en mi querida Zaragoza, tantas cosas que quería hacer tantos planes, tantas cosas pendientes durante estos años, tanta gente que no veía, y todo se ha quedado en casi nada...

Cuanta ilusión perdida, cuanta desilusión asumida!!!!!.

Es verdad que mi estado de salud me permite pocas licencias, pero esto es otra cosa. La soledad que se siente en una ciudad es grande, cerramos la puerta de casa, echamos los cerrojos, miramos por la ventana, vemos pasar a la gente, observamos las luces de las casas, es un ejercicio que me gusta sobre todo en mis noches en blanco, hay alguna ventana donde la luz no se apaga en toda la noche...me siento acompañada de una forma extraña, me gustaría saber que siente esa persona en esas noches que tan largas se hacen...pero eso queda para la imaginación.

Agradecer una vez más a mi querido patio por la compañía que me hacéis, y por hacer mis días menos solitarios y más llevaderos, sin vosotros y sin mis libros, todo sería mucho más duro.

Tan duro como lo que me había contado esa señora que había vuelto a su querida ciudad con tantas ilusiones como las que yo traía conmigo.


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