domingo, 21 de enero de 2018

CONVERSACIONES A TRAVES DE UN OCEANO.


Este mundo virtual me ha traído muchas cosas y personas a mi vida, cosas buenas y menos buenas, como en todos los lados.

Personas con las que cruzas un saludo, otras con las que ni siquiera eso.

Otras que estamos diariamente interconectadas, nos deseamos los buenos días, nos leemos, aprendemos de sus muros, nos deseamos las buenas noches.

Como no las veas las extrañas o preguntas por ellas.

Con pocas se ha traspasado esta pantalla y ya tenemos nuestros números de móvil, WhatsApp, llamadas, demostrando que la pantalla solo es un filtro.

Hay otras personas con las que he llegado a mantener una relación más intima, sé y saben un poco más de nuestra vida privada.

Y además esta Maryté, muchas de vosotras la tenéis de contacto. Es mi querida amiga argentina, de Mar del Plata, ese lugar que desde que lo descubrí en los mapas del colegio, me atrajo su bello nombre.

Poco a poco, porque ella es una persona que no entra con asiduidad y menos se detiene en leer cosas poco interesantes, se ha ido fraguando una relación muy especial.

Hace años, ya hacíamos una conexión vía Skype, semanal, nos vimos las caras, nos vimos los gestos, escuchamos nuestras voces, aunque ya había habido alguna llamada telefónica, pero ese día, a pesar de la diferencia horaria era nuestro rato para contarnos nuestras cosas, vernos, mirarnos y hablar, ambas somos conversadoras.

Hace un tiempo, no puedo conectarme y estaba con esa sensación de ausencia, hasta que llegó un sistema de comunicación muy especial (archivos de audio en WhatsApp).

Cada día, cada una en su casa, le dedica unos minutos a la otra, como dice Maryté, es un monologo con contestación en horas...jajaja

Me gusta esa sensación de ponerme los auriculares y escuchar la voz de mi amiga, pausada, con ese maravilloso acento, contándome el día, las cosas de la vida, la nuestra, la de nuestros hijos, sus estaciones, contrarias a las nuestras, las comidas, palabras que me resultan muy conocidas, como dichos, no es menos cierto que somos parte de un mismo pasado.

Me manda fotos de su precioso mar, anoche le decía que había una en la que el cielo se funde con el mar, como un inmenso azul, tal y como dice el bolero.

Sé de sus comidas, hoy tengo que preguntarle por unas croquetas de arroz.

Oigo ahora en su verano, el sonido de los pájaros cuando me habla desde su jardín, en invierno escucho las risas de los niños del colegio cercano.

Hace unos días le mandé una foto mía con un abrigo y ella estaba en la semi penumbra de su casa con un calor de verano, un verano tal y como me describe, suave, como todas las ciudades costeras.

Sabe de mi amor y carencia del mar y me cuenta de sus paseos y siempre le da al mar recuerdos de su amiga.

Quizá pueda parecer banal, pero no tiene nada de eso, es un ejercicio de generosidad que nace de la necesidad de comunicarnos los amigos, sin obligación por el placer de hacerlo, por saber de nuestras alegrías y nuestras penas.

Siempre le he dicho que me gustaría ser su vecina, estar en su jardín o en mi porche y tomarnos un té, mirándonos y charrando, ahora con la diferencia horaria casi lo hacemos.

Me voy a mi salita, la escucho y le contesto, sé que me escuchará cuando pueda igual que hago yo y al cabo de unas horas suenan nuestros móviles y allí están nuestras conversaciones, que contienen de todo.

La vida me ha dado un regalo al poner a una persona tan especial, con una sensibilidad y un saber que me dejan pensando que ha visto en mi para dedicarme su tiempo, tiempo que emplea en cosas que verdaderamente le dan placer después de una vida dedicada a la docencia.

Aprendo cada día de ella, de su mesura, de su risa, de las confidencias de mujer, madre, esposa, suegra, amiga. Me ha dejado formar parte de su vida y eso ya es un regalo.

Hablamos de todo, a veces nos contestamos por orden y otra...van surgiendo temas...es curioso y nos reímos nosotras mismas en el audio sabiendo que la otra nos va a escuchar.

Maryté es una lectora apasionada, que no pierde el tiempo en algo que no le interese o aporte nada, no se deja llevar por premios, o modas, en algo nos parecemos.

Me habló de las hermanas Ocampo que tenían unas mansiones en Mar de Plata, una, la de Silvina, mucho más sencilla y la otra, la de Victoria, una casa impresionante que trajeron desde Inglaterra para instalarla en la ciudad, que es un espacio para exposiciones y presentaciones, a través de sus palabras he recorrido esos lugares que ella me explica.

Comentamos la vida que llevo con su matrimonio “atípico” con Adolfo Bioy Casares, “Adolfito” como ella lo llamaba.

Me comentó que habían pasado el día en una ciudad cercana a la suya, donde hay un hotel que fue una maravilla y que la única novela que escribieron juntos la ambientaron en ese lugar, “Los que aman, odian”, la encargué y ahora la espero, sé que cuando la lea vendrán a mi memoria, cosas y sitios que me ha descrito Maryté, me dijo que ella y su hija la han leído y que me gustaría, ya estoy deseando cambiar opiniones con ella.

Sé cuando llueve, cuando hace calor, cuando florece su jardín, ella sabe lo que significaba para mi el mio, he sentido la marcha de su mascota, como ella recuerda a Ibón y ahora pregunta por la pequeña Frida.

Compartimos películas que una u otra a visto y piensa que le pueden gustar a la otra, series, libros, artículos.

Sabe de mis ganas de ser abuela, se alegra con una inmensa generosidad por mis alegrías y siente inmensamente las tristezas, como cuando me cuenta, los que se van los que nos dejan un poco más solas, pero es la vida, amiga, me dice con su voz cantarina y su porte francés, como le digo, ella se ríe y me dice que es herencia de su papá, parte de su familia es de Francia.

El otro día me reía porque me decía que había ido a comprar y luego a “mirar vidrieras” y le digo: aquí decimos: a ver escaparates...es lo mismo. Y nuestras risas se unieron a través de un Océano.

Espero que llegue mi tarde noche para sentarme y contarle mi día, parte de mis penas y alegrías, la vida y me dispongo a escuchar lo mismo, se ha convertido en un momento muy especial, cierro los ojos y me veo a su lado, escuchando o hablando de nuestras cosas, querida amiga.

Gracias por todo lo que me das. Tu confianza vale mucho más que este Oceano que nos separa pero que a través de las nuevas tecnologias, no existe.



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